ASESINO SIN GUANTE
Charles ha vuelto a Irlanda tras haber estado varios años
en el extranjero. Italia, Rusia, China… Podemos decir que se ocupaba de algunos
“negocios”. La razón de su vuelta a su
pueblo natal es la muerte de su madre que ha muerto por un cáncer de pulmón.
Charles
está sentado en la ventana del salón. Sus ojos grises, fríos y duros miran a la
bella Irlanda, el césped, los árboles… y, mientras, da caladas a su fino
cigarrillo. Junto a él yace en un bonito ataúd de madera de caoba, forrado por
una suave tela granate, el cuerpo muerto de su madre. La mira fijamente unos
instantes, luego coge la mano derecha fría y sin vida de su madre y la coloca
justo encima de su mano izquierda. No se había dado cuenta que la quería tanto
hasta ese momento. Se le escapan algunas lágrimas. La genética le fascina. Sus
manos son idénticas. Se fuma otro cigarrillo, lo tira al suelo y lo pisa con
uno de sus bonitos y elegantes zapatos italianos. Seguidamente lo recoge y
recuerda que debe irse. Nadie debe saber que ha estado allí.
Charles piensa quedarse
en Irlanda. Conoce a varios grupos de gente “poderosa” e “importante” que
quiere contar con los servicios de una mano experta como la suya. Es más, ya
tiene un encargo. En su maletín tiene todo lo necesario para realizarlo, solo
le faltan un par de guantes.
Charles se para en una pequeña tienda de pueblo donde dan
una atención más directa al cliente. Charles odia esas tiendas, prefiere no tener contacto con desconocidos.
Aun así, le pregunta al dependiente canoso y gordinflón con nariz redonda y
sonrisa de tiburón.
-
Buenos días. Estaba buscando unos
guantes de piel. ¿Podría enseñarme los que tiene?
-
Sí señor. Si no le importa, enseñadme su
mano y buscaré por talla.
Charles
en ese momento saca la mano izquierda del bolsillo y se la muestra. Debe estar
muy afectado por la muerte de su madre ya que él nunca enseña su mano
izquierda. El dependiente, sorprendido, se queda mirando la mano con los ojos
como platos y después emite una carcajada tan sonora que otro cliente que salía
por la puerta da un respingo. Charles avergonzado esconde la mano tras la
espalda. El dependiente sigue riéndose, le suelta un “choca esos cinco” y luego
llama a gritos a una tal Kate que está en el almacén. Se mofa de Charles
diciéndole que no hay guantes para él, pero que hará lo que esté en su mano.
Charles se carga de ira. Charles está muy enfadado. Saca una pistola del forro
de su chaqueta, dispara al dependiente y este para de reír. Se forma un
silencio que da miedo. Entonces, una chica joven se asoma por la puerta del
almacén, ve la escena y llama a la policía. Charles abre su maletín y busca un
arma concreta.
Cuando
llega la policía, se encuentran al dependiente muerto con un gran charco de
sangre. Hay otro charco, junto a este, Charles llorando como un niño repitiendo
sin cesar “mamá”. Sobre el charco hay algo: un dedo. La policía se lo lleva
detenido y esta vez no podrá librarse de la prisión.
Al día siguiente, su historia se hace noticia y aparece un titular poco común en el periódico local: “El asesino lo hizo porque tenía seis dedos en la mano izquierda”.
Al día siguiente, su historia se hace noticia y aparece un titular poco común en el periódico local: “El asesino lo hizo porque tenía seis dedos en la mano izquierda”.